Description
Óleo sobre lienzo. Presenta leves faltas. Medidas: 82 x 65 cm. Vemos en esta pintura una imagen devocional de los Dolores de la Virgen, con María vestida de rojo, color simbólico de la Pasión de Cristo, con el pecho atravesado por una espada que representa su dolor, y acompañada por los símbolos de la Pasión, los clavos y la corona de espinas, además de la leyenda donde se puede leer I.N.R.I. María sostiene con ambas manos un paño blanco en cuyo centro se encuentra ubicada la corona de espinas, que todavía conserva gotas de sangre del rostro de Cristo. La virgen inscrita en un fondo oscuro que monumentaliza su figura y contrasta con la calidez de su blanco rostro, dirige su mirada hacia arriba. Esta actitud en cierto modo reflexiva o implorante, acerca al fiel, o al observador al sufrimiento de la Virgen, que no deja de ser una madre, recogiendo los elementos de tortura de su hijo. Concretamente se trata del tema de la Virgen de los Dolores y la Soledad, que presenta a María sola, en ocasiones con el pecho atravesado por una o varias espadas, como aquí vemos. Siendo esta representación muy cercana al sentimiento popular, tras la iconografía de la Virgen de los Dolores se creó la de la Soledad: María, completamente sola, se ve acosada por el recuerdo de los principales momentos de su vida, afligida en soledad, sin su Hijo. La devoción a los dolores de la Virgen hunde sus raíces en la época medieval, y fue especialmente difundida por la orden servita, fundada en 1233. Son muchas y muy variadas las representaciones iconográficas que tienen como tema central a la Virgen María en su vertiente Dolorosa, siendo la primera de ellas en las que aparece junto al Niño Jesús, que duerme ajeno al futuro de sufrimiento que le aguarda. En estas obras suele estar presente la cruz, principal símbolo de la Pasión, abraza incluso por el Niño, mientras María lo observa con expresión patética. Otra vertiente es la que forma parte de la Piedad, similar a la anterior, aunque su Hijo está aquí muerto, no dormido, plasmado ya adulto y tras su crucifixión. En las representaciones más antiguas de este tema el cuerpo de Cristo aparece desproporcionadamente pequeño, a modo de símbolo del recuerdo que la madre tiene de la infancia de su Hijo, cuando lo contemplaba dormido sobre su regazo. Finalmente, también destaca en importancia la Virgen de los Dolores y la Soledad, como puede apreciarse en esta obra, donde aparece María sola, en ocasiones con el corazón atravesado por una o varias espadas.
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